Recientemente he conocido varias personas que me han consultado acerca de cómo optimizar su voz hablada.
Son personas que utilizan su voz como herramienta de trabajo, pues son profesores, conferenciantes, e incluso políticos.
Lo que les sucede es que deben hablar en un tono audible e inteligible durante mucho rato, lo que les lleva a sufrir afonías constantes, tensiones en la voz, etc.
Algunos otros simplemente quieren aprender cómo hacer que su voz se oiga al final de la sala sin tener que gritar.
Las personas que en nuestro día a día utilizamos nuestra voz hablada por nuestro oficio debemos hacer también unas rutinas de entrenamiento, ya que si no la utilizamos de manera adecuada, podemos sufrir los mismos problemas físicos que los cantantes.
Cuando preguntas a alguien cómo hacer para que tu voz se oiga al fondo de una sala repleta de gente, siempre te contestan lo mismo, que tienes que «proyectar» la voz.
¿Y cómo se proyecta la voz?
Recuerdo la primera vez que fui a clases de canto y me enseñaron a «proyectar» la voz.
Me dijeron que me pusiera en una esquina de la habitación y que le hablara a la esquina contraria. Que me imaginara cómo le estaba llegando mi mensaje.
Lo que hice yo fue gritar.
El profesor me dijo: «¡No, no! No grites, ¡¡proyecta!!» pero no me dijo cómo hacerlo.
Imagina la confusión en mi cabeza.
A algunas personas les puede funcionar, pero a otras no y les puede perjudicar bastante la voz.
Lo que las personas que quieren que su voz se oiga al final de una sala deben comprender es que tienen que poder hacerlo de una manera fácil y que no les suponga un esfuerzo bestial.
Para ello, deben ganar zonas de resonancia (esto se consigue estabilizando la laringe y eliminando tensiones en general).
Yo no te voy a decir: háblale a la otra esquina de la habitación.
Ni siquiera te diré: habla con la laringe más estable.
Lo que haré será llevar a tu voz a hacerlo ella sola mediante ejercicios, para que no sólo lo entienda tu cerebro, sino también tu instrumento.
Otro problema muy desagradable para los profesionales de la voz son las afonías.
¿Cómo se tratan las afonías?
Mucha gente me pregunta qué puede tomar para eso.
Es importante tratar el problema cuando surge, pero es más importante prevenirlo, ¿no crees?
Las afonías pueden producirse por muchos motivos, todos derivados de un mal uso de la voz.
El primero y más común es gritar.
Lo que pasa cuando gritamos es que estamos utilizando un tono agudo de nuestra tesitura vocal con un flujo de aire más grande de lo que debería ser.
Las cuerdas vocales, cuando hablamos, se van juntando y separando creando así las ondas de sonido.
En el registro agudo o voz de cabeza, la masa de cuerdas que se junta es más fina, con lo que si le echamos una cantidad de aire excesiva no va a poder resistir esa presión y las cuerdas vocales se van a acabar inflamando.
A lo largo del tiempo, pueden acabar lesionándose.
Hemos de conseguir que se hagan más fuertes para que puedan aguantar más presión de aire mediante ejercicios específicos para ello.
Con esto ganaremos volumen y ganaremos durabilidad.
El tercer gran enemigo de la voz hablada: Las tensiones
Las tensiones son otro gran enemigo de las personas que se dedican a hablar.
Se producen porque utilizamos nuestra musculatura externa para ayudar a nuestras cuerdas vocales a resistir el flujo de aire para así poder aumentar el volumen.
La mandíbula se aprieta, el cuello y la lengua se tensan.
Lo que nos va a producir esto, es que nuestra voz no va a sonar tan inteligible como quisiéramos y vamos a acabar cansadísimos intentando vocalizar para que nuestro público nos entienda.
Lo que debemos conseguir, que no es tarea fácil, es desactivar la musculatura externa a la hora de producir el sonido.
Digo que no es tarea fácil porque la gente que lo hace lo tiene muy interiorizado y están muy acostumbrados a hablar de esta manera.
Sólo saben que tienen dolores en la mandíbula, que a menudo necesitan dormir con aparatos en su boca y que acaban muy cansados cuando tienen que hablar durante mucho rato.
Un ejercicio muy fácil de hacer en este caso es dejar la mandíbula relajada con la boca abierta, aguantarla con las manos y leer durante un rato en voz alta intentando no moverla.
Lo que estaremos consiguiendo con esto es que no estaremos utilizándola para generar el sonido y nuestro cuerpo va a decir: «¡ostras! ¡¡si no la necesito!!».
Para las tensiones en la lengua puedes utilizar el mismo sistema: sacas la lengua hacia afuera y la dejas reposando en el labio inferior. La aguantas con la mano y lees.
Espero que este artículo te haya parecido interesante, ¡me harías muy feliz compartiéndolo!
Muy interesante la información brindada. Oportuna para mi situación.
Suerte . Muchas gracias
Un placer Greta! 🙂